jueves, 17 de diciembre de 2009

Copenhague: Apocalypse, now?

Apocalypse, ¿now?
Copenhague: entre amenazas apocalípticas y ecologismo de mercado

“El objetivo de esta normativa no debería ser eliminar la contaminación por el humo, sino garantizar la cantidad óptima de contaminación por humo, siendo esta la cantidad que maximiza el valor de la producción” (R. Coase, The problem of social cost)

Alrededor de la cumbre de Copenhague sobre el clima se multiplican los mensajes tenebrosos. Según un inesperado coro compuesto por gobiernos, organizaciones internacionales, ONG e incluso representantes de la industria nuclear que han descubierto virtudes “verdes” a su fuente de energía, el mundo se va a acabar o se va a convertir en un auténtico infierno si no se toman con urgencia las medidas necesarias contra el cambio climático. En Bélgica se está distribuyendo a través de la red de tiendas de productos ecológicos una película titulada “Nuestros hijos nos lo reprocharán” que coincide con la campaña ecologista oficial en la que los distintos dirigentes del planeta aparecen tal y como serán dentro de veinte años, canosos y arrugados y abrumados por la culpabilidad de no haber decidido veinte años antes lo que de ellos demandaba el saber ecologista.

El registro fundamental de la campaña es el de la culpabilidad, pero no sólo del sistema y de sus dirigentes, sino de cada uno de nosotros, por una catástrofe anunciada. En el contexto del saber ecologista, todos somos siempre culpables de no haccr lo suficiente, porque lo suficiente es algo relativamente indefinido: ¿se trata acaso de evitar la destrucción del planeta?, ¿de preservar las condiciones que hacen posible la vida humana sobre él?, ¿de mantener la naturaleza en su estado “natural”? A propósito del calentamiento climático se plantean todas estas preguntas, sin preguntarse un solo momento por el valor explicativo de la propia hipótesis del calentamiento climático y acusando, por el contrario, a cualquiera que se oponga a ella de “negacionista”. El uso del término “negacionista” (en inglés “denialist”) evoca otra catástrofe de indudable origen humano: el judeicidio nazi, pues los que primero fueron tachados de “negacionistas” fueron los historiadores que negaron la realidad del exterminio de los judíos de Europa o la existencia del principal instrumento de esta matanza industrial: las cámaras de gas. El término no se maneja así con ninguna inocencia y marca como un tabú absoluto cualquier intento de cuestionamiento de la única opinión autorizada. Quien se oponga al calentamiento planetario es un enemigo de la humanidad.

El calentamiento planetario catastrófico y de origen antrópico es un dogma. Las recientes filtraciones sobre el modo en que se defiende este dogma en el el marco del grupo oficial de sus consevadores, el GIEC (Grupo Internacional de Estudios sobre el Clima) de las Naciones Unidas, son reveladoras. Confiesa un eminente científico de este grupo que las curvas climáticas que nos indican el calentamiento mundial han sido manipuladas para que tengan la elocuente forma de un palo de hockey que muestran en los gráficos, eliminando una decena de años en los que los datos no correspondían a la hipótesis. El problema de las verdades dogmáticas en materia tan compleja es que para mantenerlas, es indispensable maquillar la realidad y silenciar las voces discrepantes, que no son todas de reaccionarios apoyados por la industria del petróleo.

Es impresionante ver cómo en casi todos los medios de comunicación importantes existe un consenso sin fallas entorno a este dogma y no se escucha ninguna voz discrepante. Si la hipótesis del calentamiento catastrófico del planeta fuera una hipótesis científica, no se ve el interés de silenciar a quienes en la comunidad científica no la comparten. Lo que ocurre es que es, en su dimensión pública, una hipótesis política. El calentamiento planetario y las catástrofes que amenaza producir se ha convertido en el gran incentivo para el ingreso de los países desarrollados en un nuevo modelo de acumulación capitalista, un capitalismo verde. Con las amenazas apocalípticas se crea un estado de urgencia permanente que permite al poder capitalista intentar un nuevo despegue tras la crisis. Es la situación tan brillantemente descrita por Naomi Klein en su Doctrina del Shock, con la particularidad de que el “shock” aún no se ha producido. Mediante el miedo y el sentimiento de urgencia, se intenta imponer un modelo de crecimiento con menores emisiones de carbono, mayor recurso a la energía nuclear, energías renovables y formas complejas de gestión financiera de los derechos a contaminar. Todos estos elementos reafirman la hegemonía de los países más ricos, pues son ellos los que tienen la capacidad técnica defendida mediante patentes para desarrollar los elementos fundamentales del nuevo modelo de crecimiento. De ahí el escándalo de los países del Sur en Copenhague cuando supieron que las tecnologías para combatir los efectos de un cambio climático que se anuncia oficialmente como inminente y catastrófico van a seguir estando protegidas por los derechos de propiedad intelectual. Se pretende usurpar en nombre del mercado un conocimiento técnico y científico que es un bien común de la humanidad y que está destinado a proteger otros bienes comunes como el aire o el clima. El capitalismo actual muestra aquí su carácter fundamentalmente parasitario frente a una producción real de riqueza basada en el acceso universal a los bienes comunes (bienes naturales como el aire o el agua o los recursos minerales, bienes intelectuales como la ciencia o la cultura etc.). El capital es ya sólo un obstáculo a la producción y la libre redefinición de la riqueza en términos no mercantiles: su función en la producción es nula y acumula riqueza fundamentalmente mediante la privatización y financiarización de lo común. Cada vez más la reproducción del capital se basa en la renta financiera exterior a la producción y no en el beneficio.

Pero en Copenhague no sólo está el punto de vista económico de los neoliberales. Con lo que nos encontramos es con el reverso del planteamiento de la economía. En la economía actividades humanas fundamentales como la producción, el intercambio o la distribución de riqueza se sitúan del lado de la naturaleza, pues el mercado que las rige es según la hipótesis que funda la economía como disciplina un orden natural autorregulado. Junto a la economía, tenemos ahora la ecología, la cual pretende -al menos en sus variantes conservadoras, ver en la naturaleza una realidad también perfectamente autorregulada. El objetivo de ambos planteamientos es alcanzar puntos de equilibrio “homeostáticos” en sus órdenes de realidad respectivos. Copenhague se ha convertido así en el punto de encuentro entre dos sistemas de regulación de la sociedad y de la naturaleza basados en una misma idea de equilibrio: el sistema d autorregulación natural del ecologismo y el sistema de autorregulación mercantil del neoliberalismo. Sin embargo, sabido es que para que estas “autorregulaciones” sean posibles es necesaria una intervención política considerable. Kyoto representaba ya esta misma convergencia de los naturalismos en la que para “salvar la naturaleza” se retoma el ideal de los fisiócratas de abolir toda política distinta de la por ellos preconizada en nombre del respeto del orden natural y de su forma humana que es el mercado generalizado. Para el ecologismo apolítico, de lo que se trata es de restablecer un equilibrio entre el hombre y su medio ambiente que neutralice los efectos negativos de la actividad humana. Para la economía (neo)liberal, se trata de llegar a un equilibrio entre la oferta y la demanda reguladas ambas por el mercado.

El protocolo de Kyoto que se pretende prorrogar y banalizar en Copenhague -según los primeros borradores de acuerdo filtrados- está centrado en dos pilares: la reducción de emisiones de una serie de gases que supuestamente inciden en el efecto invernadero y el reparto y libre comercio de los derechos de emisión. Según Kyoto -y, probablemente también Copenhague- los países que menos contaminan tienen derecho a vender a los que más contaminan parte de sus cuotas de emisiones. Esta singular fórmula para la reducción de emisiones sólo se aprecia en todo su valor si se tiene en cuenta el marco teórico en el que se hace formulable, que no es sino la teoría de los costes de transacción de Ronald Coase y del reciente premio Nobel Williamson. Esta teoría cubre el conjunto de la economía y, en realidad, como el propio concepto de transacción que maneja, abarca la casi totalidad de la actividad humana que implique a dos o más individuos, convirtiéndose en clave explicativa del conjunto de la vida social. Lo que nos dice esta teoría es que en toda actividad de producción y venta de mercancías existen unos costes que el cálculo económico clásico no tuvo en cuenta, pero que resultan en la práctica fundamentales, los denominados costes de transacción. Estos costes se originan en el contacto con otros agentes económicos, contacto éste que se realiza en la realidad con menos fluidez y muchas más fuerzas de fricción que lo que pretendería la economia clásica, pues no existen mercados perfectos sin distancias geográficas, diferencias culturales, obstáculos legales y administrativos etc. Costes de este tipo son los que genera por ejemplo la selección de ofertas para entrantes del proceso productivo o la selección de mercados para la comercialización de los productos. Estos costes pueden ser tales que a veces sea interesante para una empresa internalizar determinados procesos para los que antes acudía al mercado: la empresa como tal no es sino el lugar de dimensiones variables en que se operan las distintas internalizaciones o desde el que se operan las externalizaciones.

El cálculo de estos costes no se para naturalmente en la economía legal y abarca, entre otras cosas, a la actividad delictiva. Así, afirmará el premio Nobel Gary Becker que se inspira en particular en los trabajso de Coase que “la “delincuencia” es una actividad o sector industrial económicamente importante por mucho que los economistas la hayan ignorado.” Un delincuente racional imbuido de teoría neofuncionalista efectúa un cálculo de los riesgos policiales, judiciales y penales de su acto, del mismo modo que una empresa puede evaluar los riesgos de un fraude fiscal de mayor o menor dimensión o de otras ilegalidades. Uno de los ejemplos concretos que da Coase de este tipo de cálculos considera que los efectos dañinos de una actividad económica pueden corregirse o compensarse mejor mediante acuerdos de compensación del coste del daño con el tercero dañado que mediante sanciones penales o adminstrativas impuestas por las autoridades públicas. Los efectos dañinos son siempre según Coase relativos y pueden incluso, si se consideran sus consecuencias económicas globales, resultar marginalmente más positivos que negativos. Así, acerca de la normativa legal en materia de contaminación atmosférica, afirmará el propio Coase:
“El objetivo de esta normativa no debería ser eliminar la contaminación por el humo, sino garantizar la cantidad óptima de contaminación por humo, siendo esta la cantidad que maximiza el valor de la producción” (R. Coase, The problem of social cost)
Y el ya citado premio Nobel Gary Becker afirmará en su famoso artículo Crime and Punishment: an Economic Approach (Journal of Political Economy, March-April, (78): 169-217.1968) lo siguiente:“El principal objetivo del presente ensayo es reponder a las versiones normativas de estas cuestiones, a saber, ¿cuántos recursos y cuántas sanciones hay que utlizar para aplicar distintos tipos de legislación? O, de manera equivalente, aunque ello produzca algo más de extrañeza, ¿Cuántos delitos deberían permitirse y cuántos delincuentes deberían quedar impunes?”
Frente a la lógica de la ley que pretende eliminar el delito, Becker y los demás neoliberales lo que pretenden es establecer un planteamiento que normalice la actividad delictiva viéndola como una práctica económica con riesgos específicos. Así, según Becker en el mismo artículo:
“El planteamiento que aquí seguimos sigue el análisis habitual de los economistas basado en la elección (choice) y parte del principio de que una persona comete un delito si la utilidad que espera obtener supera la que podría lograr dedicando su tiempo y demás recursos a otras actividades. Algunas personas, según Becker, se hacen “delincuentes” no por que su motivación básica difiera de la de las demás personas, sino porque difieren los costes y los beneficios.”.

Lo interesante de este planteamiento es que nos muestra a todas luces cómo entre capitalismo legal e ilegal la frontera prácticamente no existe. No cabe sorprenderse de que, cuando este planteamiento se quiere aplicar a la reducción generalizada de emisiones sustituyendo las medidas políticas y administrativas por mecanismos de mercado, obtengamos el mismo resultado que en la sociedad en general: un óptimo compatible con el crecimiento económico, un óptimo de contaminación, un óptimo de emisiones, pero en ningún caso una reducción significativa. El mecanismo de mercado mediante el que se pretende obtener la reducción y que sustituye a las prohibiciones y sanciones administrativas es el contemplado en el artículo 17 del Protocolo de Kioto:
“Artículo 17
La Conferencia de las Partes determinará los principios, modalidades, normas y directrices pertinentes, en particular para la verificación, la presentación de informes y la rendición de cuentas en relación con el comercio de los derechos de emisión. Las Partes incluidas en el anexo B podrán participar en operaciones de comercio de los derechos de emisión a los efectos de cumplir sus compromisos dimanantes del artículo 3. Toda operación de este tipo será suplementaria a las medidas nacionales que se adopten para cumplir los compromisos cuantificados de limitación y reducción de las emisiones dimanantes de ese artículo.”

El comercio de derechos de emisión se basa en el el principio “cap and trade”, esto es “limita y comercia” que permite a todo país que logre situarse por debajo de las cuotas de emisiones que le correspondan vender a otros países el derecho a contaminar que no haya utilizado. Este sistema ha sido fuertemente criticado precisamente por uno de los científicos que más han hecho por promover la hipótesis del calentamiento planetario. En un artículo reciente del New York Times (7.12.2009) llegaba Hansen a propósito del comercio de emisiones a las siguientes conclusiones basadas en la experiencia norteamericana del “cap and trade”:
“Dado que la limitación y el comercio (cap and trade) se aplica mediante la compraventa de permisos, en la práctica perpetúa la contaminación que pretende eliminar. Si las emisiones de cada contaminador caen por debajo de un límite que se rebaja cada vez más, el precio de los créditos de contaminación tendería a hundirse desapareciendo así la motivación para seguir reduciendo la contaminación.” Y, prosigue el propio Hansen algo más adelante:
“Si esto no fuese ya bastante, Wall Street está dispuesta a hacer miles de millones de dólares en la parte “comercial” del “cap and trade (limitación y comercio). El mercado de compraventa de autorizaciones de emisiones de carbono parece que va a ser regulado de manera laxista, abriéndose a los especuladores e incluyendo derivados. Todos los beneficios de este sistema de comercio con la contaminación se extraerían al público mediante un incremento de los precios de la energía.”
Después de la burbuja inmobiliaria, perparémonos pues a la burbuja del carbono, todo ello dentro de un sistema que apenas conseguirá reducir las emisiones nocivas y aún menos el calemntamiento del planeta. Menos mal que el lugar de honor dejado por los liberales a los ecologistas de mercado que apoyan inquebrantablemente en Copenhague la hipótesis del calentamiento planetario nos permite sospechar que esta hipótesis es sólo una hipótesis. Con todo, aunque el capitalismo no vaya, todavía, a originar un apocalipsis, es necesario por otros motivos combatir seriamente la contaminación y no sólo la asociada con el “efecto invernadero” y, en particular, la originada por la industria nuclear que está hoy intentando crearse una nueva virginidad después de Three Mile Islands o Chernobil. El anuncio de la catástrofe climática, si bien constituye un intento de unir a la “humanidad” en torno a un nuevo ciclo de crecimiento capitalista presentado como una necesidad natural, también puede servir para recordar la necesidad de reafirmar el carácter común de bienes como la tierra, el aire, el agua, la ciencia, los recursos vivos y los recursos minerales, sacando las consecuencias que se imponen desde el punto de vista de la organización de nuestras sociedades. Así, poco importa que el calentamiento global sea verdad o mentira, de su realidad o de su mentira es responsable el capitalismo.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Frente a una derecha "de izquierdas", un comunismo "conservador"

"Er ist das Einfache
Das schwer zu machen ist."
"Es lo sencillo,
que es tan difícil de hacer"
(Bertolt Brecht, Lob des comunismus -Loa del comunismo)


Nuestro amigo Samuel de Quilombo ha tenido el acierto de dar en su blog el enlace hacia los videoclips de dos canciones que en otras circunstancias habrían parecido surrealistas, pero que en la tristeza de nuestro presente parecen casi normales. Se trata de la canción electoral de Forza Italia para las últimas elecciones y del videoclip de las juventudes del partido de Sarkozy, la UMP, para promover la imagen, como diría José Antonio Primo de Rivera, "alegre y faldicorta" del actual régimen francés. Dentro de un hipótetico festival de Eurovisión de la canción descerebrada, me gusta más "Meno male che Silvio c'è". Creo que algo así sería el prefecto himno nacional de un país donde el Tío Gilito o el Padre Ubu de Alfred Jarry fuesen presidentes. Italy 9 points!

La canción francesa de los chavales y chavalas de la UMP, coreada por sus mayores tampoco tiene desperdicio: nos permite comprender cuán errado era el lema "Otro mundo es posible". Es un lema de izquierda como el "Changer le monde"(Cambiar el mundo) de la canción sarkozista. La derecha francesa, en este momento extremo de la neutralización política asume un discurso explícitamente de izquierda, tras haber asimilado a importantes representantes del PS. Ya otras revoluciones pasivas absorbieron el discurso y el personal político de la izquierda. El fascismo italiano fue fundado por un dirigente importante del PS y el nacionalsocialismo incorporó a su discurso elementos del populismo obrerista de la izquierda socialdemócrata o stalinista así como el antisemitismo o "socialismo de los imbéciles". En este caso, la absorción se ve facilitada por el hecho de que la izquierda realmente existente sólo pueda ser la izquierda de un sistema del que queda descartado el antagonismo (véase como síntoma más actual la unanimidad vergonzosa en torno a ariantes del capitalismo neoliberal verde en la cumbre de Copenhague). Lo que distingue a la derecha de la izquierda, según el discurso político que inspira el videoclip sarkozista, es que la derecha acepta asumir el riesgo y mirar al futuro, mientras que la izquierda se queda en posturas conservadoras. Como dice el mensaje (no cantado) inicial: "El peor riesgo es no tomar ninguno". POr consiguiente, la verdadera izquierda es la derecha y Sarkozy el nuevo Che Guevara. De todas formas, este lamentable travestismo (los hay más dignos, alegres y divertidos) se basa en la lógica misma del dispositivo liberal que establece como los dos límites de la política la asunción de riesgos y la protección contra el riesgo. El último Foucault nos enseñó que esta lógica de la seguridad (que entraña una dialéctica riesgo/protección) es la base misma del biopoder liberal. Su combinación en el capitalismo verde es paradigmática, pues el mismo sistema -capitalista- que crea el riesgo es el que se ofrece a paliar las consecuencias mediante métodos -el mercado de emisiones de Co 2- que entrañan un enorme riesgo. Es como la mafia, que ofrece protección contra unriesgo que es ella misma.

Una izquierda que se quede anclada en estas coordenadas está condenada a desaparecer engullida por la derecha para constituir un partido único Sarkozysta o berlusconiano. Para hacer frente al capitalismo es necesario otro terreno: no decirle al régimen que está cambiando el mundo todos los días que otro mundo es posible. Podría responder a los ingenuos altermundialistas:"¿Otro? Todos los que queráis, siempre que sean el mío y os los pueda vender." De lo que se trata es de otra cosa, no de cambiar el mundo, ni de hacer otro mundo, sino de tener un mundo, que es precisamente lo que el capitalismo nos impide hacer a diario. Tal vez, frente al progresismo capitalista, el comunismo tenga que ser radicalmente "conservador".

martes, 24 de noviembre de 2009

Represión en España

Represión en España
(Una noticia breve de periodismo ficción)

John Brown

El relevo de José María Aznar por su homólogo Zapatero despertó hace ya años esperanzas de suavización del régimen. Suscitó también expectativas sobre un cambio en los rígidos esquemas económicos neoliberales del país que mejorara la vida de los ciudadanos. La ilusión se acrecentó con la llegada al poder de Barack Obama, del que se esperaba una suavización de la relación de subalternidad impuesta al país desde hace más de 50 años.
Nada se ha producido conforme al guión de los mejor intencionados. Permanece, pese a medidas alentadoras, el grueso de la injusta y contraproducente sumisión al gigante estadounidense; la situación económica se agrava en España hasta extremos críticos para la mayoría de la población; y su sistema político se mantiene implacable. Un informe del relator especial de las Naciones Unidas para la tortura constató recientemente la plena vigencia del estado policíaco. El trabajo del relator, realizado durante los últimos años sin colaboración de las autoridades, ilustra el deplorable estado de los derechos humanos en el país, donde el régimen emplea sistemáticamente los arrestos arbitrarios, las farsas judiciales y los malos tratos (de éstos pueden hablar con propiedad numerosos presos vascos y otros presos políticos y comunes de otras zonas). El régimen, que mantiene en prisión a la mayoría de los disidentes detenidos en las redadas contra el independentismo vasco, utiliza a discreción la aborrecible figura penal del "entorno terrorista", que le permite seguir encarcelando por decenas a ciudadanos por conductas "cuyos objetivos políticos coinciden con los de los terroristas". Las últimas redadas del País Vasco recuerdan los momentos más sombrios del régimen español.

Madrid se muestra blindado debido a la complacencia internacional. Los países de la UE quieren que España utilice su presidencia para suavizar la intransigencia de ciertas ONG de derechos humanos con la monarquía postfranquista por su atropello permanente en este terreno. Uno de los logros más importantes cosechados por el régimen ha sido el aval dado a la ilegalización de los partidos independentistas vascos por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. A la luz del diagnóstico de las ONG de derechos humanos es probable que España aproveche el trampolín que le brinda la presidencia de la UE para oponerse radicalmente a la imprescindible democratización del régimen del 18 de julio.
(Esta breve no aparecerá desgraciadamente en ningún periódico. Se trata en lo esencial del texto que lleva el título sumamente orginal de « Represión en Cuba » aparecido en un importante diario del Estado español al que he aplicado algunas modificaciones)

martes, 17 de noviembre de 2009

Más sobre el comunismo y los muros (respuesta a algunos comentarios)

"[...]de otra parte, este desarrollo de las fuerzas productivas (que entraña ya, al mismo tiempo, una existencia empírica dada en un plano histórico-universal, y no en la vida puramente local de los hombres) constituye también una premisa práctica absolutamente necesaria, porque sin ella sólo se generalizaría la escasez y, por tanto, con la pobreza, comenzaría de nuevo, a la par, la lucha por lo indispensable y se recaería necesariamente en toda la inmundicia anterior."
K. Marx, F. Engels, La Ideología alemana


Quisiera agradecer los comentarios, tanto los más amables como los algo más agrios. No sé si lo que digo son "pendejadas", pero no conozco a ningún socialdemócrata que defienda el comunismo, esto es la cooperación directa al margen del mercado y del Estado.

Brecht y Hans Eisler y antes que ellos Lenin y Trotsky, vieron cerrarse sobre sus cabezas la trampa de una revolución (la rusa y sus formas epigonales representadas por las democracias populares) que fue una apuesta heróica y un salto en el vacío. Lenin siempre esperó (en los dos sentidos del término) que la revolución triunfase en la Europa industrializada, sobre todo en Alemania. El fracaso de la revolución alemana trajo consigo la contrarrevolución en Rusia de la mano de Stalin y la barbarie nazi en la propia Alemania. Lenin sabía, al igual que Marx, que no hay comunismo sin abundancia, que en la escasez "toda la vieja mierda está de vuelta". Die ganze alte Scheisse, la vieja mierda del Estado, de las jerarquías, de la autoridad: eso es el stalinismo.
De ahí que no pueda sino compararlo con el franquismo: un régimen que suprimió la política, cuyo Jefe de Estado aconsejaba a los demás que hiciesen como él y no se metieran en política. Ulbricht y Honecker eran también abuelos autoritarios como FRanco y como Pétain que exigían a la gente que no se metiera en política y castigaban a la población por no estar a la altura de los "ideales" que ellos representaban. Creo que la idea de una gestión autoritaria de la vida cotidiana define bien estos regímenes en los que ha sido abolido por decreto el antagonismo político.

Hasta ahí las semejanzas entre franquismo y stalinismo. La gran diferencia es, sin duda el contenido de las religiones que informan ambos regímenes: el nacional-catolicismo en el caso del régimen español del 18 de julio (aún vigente: nada tiene de extraño que sus aparatos ideológicos sigan activos) y el culto a un supuesto proceso histórico que nos conduce hacia el comunismo como en las paradojas de Zenón de Elea, sin que nunca se puede llegar a él. Son dos religiones distintas, pero ambas entroncan en la misma escatología cristiana.

El materialismo marxista es otra cosa: es un auténtico ateismo que no cree en ningún destino histórico, en ninguna finalidad. No hay fines, pero sí hay condiciones; el comunismo, por ejemplo requiere cierta abundancia (por relativa que sea la definición de esta) y sobre todo libertad para que el trabajo vivo se autoorganice como fuerza productiva. Hoy, en el capitalismo postfordista, la riqueza se produce merced a la cooperación y a la inteligencia colectiva, al margen del mando del capital. El mando del capital es hoy un mando político que no organiza la producción sino la explotación del trabajador colectivo autoorganizado. El modo de organización de la fábrica toyotista, pero en general, lo que se ha venido en denominar la producción metropolitana en la que el espacio de la vida es todo él espacio productivo son ejemplos de esta nueva forma de organización productiva. La explotación sigue adelante de manera intensísima, pero es exterior a los procesos productivos. Como en el feudalismo, es exterior a la producción cuya base son los comunes y el intelecto general, materializado en las prácticas lingüísticas y en la propia lengua, cuyo carácter esencialmente comunista no escapó a la atención del Marx de la Ideología Alemana. La explotación no es hoy producción de un beneficio, sino mera exacción de renta. Naturalmente, la propiedad tanto privada como estatal, en otros términos, la propiedad en general, es rigurosamente incompatible con el despliegue de estas formas de colaboración. El capitalismo funciona aquí como un vampiro que necesita que su víctima siga en vida para poder alimentarse. Las formas limitadas de autoorganización del trabajo vivo que hoy existen son a la vez indispensables para el capital y una constante amenaza para su existencia. La víctima de Drácula puede algún día ser suficientemente fuerte para clavarle una estaca en el corazón.

En cuanto a la idea de que "el capital es quien decide", es, a mi entender, una monstruosa mistificación promovida por el capital y su Estado y que solemos creernos. El decisionismo, ese pensamiento político cuyo principal exponente es Carl Schmitt, domina el conjunto de la teoría del Estado. Decisionismo y soberanía son equivalentes: "soberano es quien decide sobre la situación de excepción" (Schmitt), quien decide más allá de las leyes, porque decide sobre las propias leyes (Jean Bodin). Según esta teoría el mando puede ser completo, el poder puede ser el único que decide. Esto, sin embargo, no es, como dijimos, sino una mistificación monstruosa y difícilmente creible. Todo poder, según nos enseñan Maquiavelo, Spinoza, Marx o Foucault, se ejerce sobre sujetos que tienen algún grado de libertad. Lo que el poder decide es relativo y se ve siempre contrapesado por lo que quiere el súbdito. Toda obediencia es también y por la misma razón, relativa. El poder, en resumen, no es una sustancia soberana, sino un entramado de relaciones nunca unívocas ni unidireccionales. Todo poder que quiera disponer de una auténtica potencia, de una capacidad de obrar, debe contar con los súbditos, con su relativa obediencia o resistencia, con su siempre posible insubordinación, en resumen, con su libertad.

El capital no decide. Sólo lo hace en el sueño de sus dirigentes empresariales o políticos. Lo que SE DECIDE, es el resultado de una tensión y de un conflicto permanente. La iniciativa del trabajador, la potencia propia del trabajo vivo frente al capital es un elemento motor de la evolución del capitalismo. Desde los años 60, la tendencia marxista de la autonomía obrera representada por Tronti o Toni Negri afirmaban paralelamente a Foucault esa potencia de los subordinados. Para ellos, como para Marx, las máquinas y las nuevas formas de organización del trabajo responden a las huelgas y al sabotaje. Contrariamente a lo que se suele pensar sin demasiado análisis, la resistencia precede a la represión.

Voliviendo al stalinismo, creo que el intento de mantener un proceso revolucionario en el vacío social que supone la ausencia -o la ignorancia- de la potencia productiva y constituyente del trabajo vivo, conduce a la autodestrucción terrorista del proceso revolucionario que ilustran perfectamente las purgas de Stalin.

lunes, 9 de noviembre de 2009

El comunismo ha derribado el muro de Berlín

"No os dejéis seducir:
no hay retorno alguno.
El día está a las puertas,
hay ya viento nocturno:
no vendrá otra mañana.
No os dejéis engañar
con que la vida es poco.
Bebedla a grandes tragos
porque no os bastará
cuando hayáis de perderla.
No os dejéis consolar.
Vuestro tiempo no es mucho.
El lodo, a los podridos.
La vida es lo más grande:
perderla es perder todo."
Bertolt Brecht





Cuentan que hace veinte años cayó un muro infame que separaba las dos partes de un país. Cuentan que ese muro fue erigido por los defensores de una idea totalitaria que llamaban "comunismo". Cuentan que el muro servía para que la población no se escapara al otro lado, a la Alemania capitalista donde imperaban la democracia representativa y una economía social de mercado. Y, sin embargo, lo que había del lado socialista no era sino un reflejo degradado del capitalismo: una sociedad de consumo algo cochambrosa donde había supermercados, pero no siempre había gran cosa, circulaban automóviles por las calles, pero su motor era de motocicleta y sus carrocerías de algo que no se parecía demasiado al metal. El gobierno era tan democrático que se identificaba automáticamente y a priori con las mayorías sociales. Todo eso funcionaba bajo la dirección autoritaria y paternalista de un Partido Socialista Unificado que alguna vez en los años 50, según nos cuenta Bertolt Brecht, tuvo la tentación de disolver al pueblo antes que disolver su gobierno. El poder de ese partido y de su régimen, al igual que el del PCUS en la URSS se basaba en un pretendido saber sobre la historia y sobre la realidad. Jacques Lacan reconocía en este poder que pretende ser enteramente un saber el pedante "discurso de la universidad". El partido como "intelectual colectivo" sabía la verdad de un presente que la población se limitaba a vivir o sufrir. Die Partei hat es immer Recht. El Partido siempre tiene razón, porque es quien representa la avanzadilla extrema del progreso histórico al ser la vanguardia del proletariado. El socialismo se impone así a la población con la evidencia que, según los fisiócratas, debería guiar todos los actos del soberano. Más que como una opción política, se presenta como una verdad científica. Quien no esté de acuerdo se equivoca o se engaña o engaña a los demás y se convierte en un enemigo objetivo del Estado de los trabajadores. Como todo dispositivo experimental el socialismo de Europa del Este requería aislarse del entorno. El muro fue parte del mecanismo de producción de verdad propio del socialismo. Como en un laboratorio o en una clínica, era prioritario impedir la contaminación.

El muro del socialismo es así lo contrario del comunismo, de ese "fantasma que recorre Europa" del que nos hablaban Marx y Engels y que causaba legítimo espanto a burguesías, tronos y gobiernos. En la República Democrática Alemana y en la Europa del Este quien tenía miedo era fundamentalmente el régimen que gobernaba en nombre de los trabajadores, expropiándolos en su propio nombre de su capacidad de decisión y de sus medios de producción, expropiándolos de su riqueza y mermando su capacidad productiva. El socialismo con su propiedad estatal es tan expropiador de los bienes colectivos como el propio liberalismo con su propiedad privada obligatoria. Los poderes del capital pusieron siempre barreras contra el comunismo, pues lo veían como una indomable fuerza de libertad capaz de difundirse por doquier, pues el comunismo no es sino la fuerza de lo común. El poder que levantó el muro de Berlín, nada tiene que ver con el comunismo. Ese poder del socialismo de Estado tenía que protegerse: tenía miedo, tanto miedo que fichó a casi toda la población e instauró un régimen universal de delación. Tanto miedo que sólo supo imitar al Estado y al capitalismo.
Hace veinte años que desapareció el muro bajo el impulso de una población que ya no creía en el poder de la pequeña burguesía inculta y autoritaria del Partido. Una pequeña burguesía cuya mediocridad sólo es comparable a la del franquismo. "Gestión autoritaria de la vida cotidiana" es lo que vió Rossana Rossanda en el franquismo; es también lo que había en la República Democrática Alemana. Un régimen de orden que tenía miedo a su propia población y al mundo exterior.

La caída del muro se ha convertido, sin embargo en una fecha emblemática de un pretendido fin del comunismo. Con el muro se habría acabado toda alternativa al capitalismo. Y, sin embargo, por mucho que los dirigentes occidentales y los "nuevos" dirigentes de la Europa del Este celebren juntos la caída del muro, son ellos ahora quienes tienen miedo. Ha desaparecido un muro y son ahora los pretendidos vencedores del comunismo quienes de Palestina a Ceuta, de la frontera sur de los Estados Unidos al Sáhara Occidental, y en cualquier barrio periférico de las grandes ciudades elevan muros sin cuento. Muros de piedra o de cemento, muros electrónicos, muros de papeles o incluso flotas enteras para impedir el libre movimiento de individuos y poblaciones, muros legales que son las leyes de excepción permanente. Ya no basta un sólo muro. Para defender el capital se han alzado y siguen alzándose cada día muros de todo tipo.

Pero a pesar de los muros, como en la muralla china de Kafka, mucho antes de que termine la improbable construcción del muro definitivo contra los bárbaros, los bárbaros ya acampan en el centro de Pequín. El fantasma ya no está encerrado en su ruinosa fortaleza "socialista", el comunismo está hoy libre y recorre zonas importantes del mundo. Es incluso la base de la producción capitalista: la cooperación directa entre los trabajadores, su capacidad de comunicación y autoorganización son el fundamento de la productividad y de la riqueza. Hoy ni el capital ni el Estado son capaces de organizar la producción. Sólo el comunismo puede hacerlo. Producir hoy es construir los medios productivos comunes y poder acceder libremente a ellos. La explotación capitalista desprovista de cualquier función organizativa vuelve así al modelo feudal: el capital ya no organiza la producción y se apropia del plusvalor, no ya como beneficio sino como renta (financiera). El capitalismo es ya "Ancien régime", antiguo régimen que convive con el nuevo tercer estado.

El comunismo no está fuera del capitalismo, sino en su propio interior. Las imágenes del socialismo y de la Guerra Fría que presentaban el comunismo como algo exterior y ajeno al capitalismo servían de bálsamo para las angustias de todas las burguesías. El comunismo estaba allá, detrás del muro, se decían. Y, sin embargo, del otro lado no había sino el fantasma del fantasma: una ridícula parodia del capitalismo orquestada por un Estado despótico. El comunismo, como fuerza productiva estaba desplegándose potentemente en el Oeste...y en el Este, desde los años 60 (Praga, Varsovia, antes Budapest, luego París, Europa occidental, los Estados Unidos...) siendo la fecha emblemática el mayo del 68 que Sarkozy se ha prometido enterrar. Un comunismo insospechado, sin banderas rojas ni cánticos, sin partido, pero capaz de reconocerse con bastante facilidad en la tradición revolucionaria, un comunismo de los comunes, de las externalidades sociales indispensables a la producción en el postfordismo. Un comunismo que ha derribado el muro de Berlín y promete derribar todos los demás.

martes, 13 de octubre de 2009

Libro de John Brown: "La dominación liberal"

Acaba de salir en la editorial Tierradenadie el libro de John Brown: La dominación liberal. Ensayo sobre el liberalismo como dispositivo de poder





Podéis obtener más datos y leer la introducción del libro en pdf en la dirección siguiente:





http://tierradenadieediciones.com/tierradenadie/?p=183
















viernes, 9 de octubre de 2009

Premio Nobel al bombardeo humanitario y al golpe democrático


"Antichristus:

Ista predixerunt mei predicatores/viri mei nominis et iuris cultores

Hec mea gloria quam diu predixerunt/qua fruentur mecum quicumque meruerunt

Post eorum casum quos vanitas illusit/PAX et SECURITAS universa conclusit"

Ludus de Antichristo ca 1160

(Esto predijeron mis predicadores/hombres que cultiman mi nombre y mi derecho

Esta gloria mía que ha mucho predijeron/de la que conmigo disfrutan quienes la merecieron,

Tras la caída de quienes burló la vanidad/ha establecido la PAZ y la JUSTICIA universales)


Acaba de saltar -como se dice- la noticia: Barack Obama recibirá el premio Nobel de la Paz. Viene así a unirse a la lista de galardonados que incluye algunos turbios personajes o genocidas declarados como Kissinger o Menahem Begin. El mérito del presidente norteamericano: haber dado un nuevo impulso a la diplomacia en las relaciones internacionales y haber sostenido el maltrecho sistema de las Naciones Unidas.

Para quien crea aún que las Naciones Unidas son un instrumento de paz, baste recordar las sanciones de esta organización sufridas por Iraq y que dieron como resultado más de un millón de muertos entre la población civil por falta de suministros médicos y sanitarios fundamentales como el cloro para depurar el agua, medicamentos y material quirúrgico esenciales. La catástrofe social y sanitaria se vio complementada por los bombardeos casi diarios de Iraq con bombas de uranio empobrecido. Los iraquíes no lo olvidaron y, poco después de la invasión americana que sellaba la destrucción de su país, trataron la sede de las Naciones Unidas como un objetivo de guerra.

Las Naciones Unidas también han legitimado -a costa de una flagrante violación de su propia Carta- la invasión y ocupación de Afganistán que Barack Obama perpetúa. Los ataques diarios contra la población civil afgana suman ya miles de víctimas. Todo esto se combina además con una singular instauración de la democracia en la que la OTAN, bajo mandato de las Naciones Unidas, puso en el poder a Hamid Karzai, personaje tan grotesco en el vestir -luciendo sus prendas de corte orientalista "clean" que nadie jamás vistió por aquellas latitudes- como corrupto en su actuación política. El masivo fraude electoral en las últimas elecciones que revalidaron en su cargo a Karzai fue tapado por las Naciones Unidas, la UE, la OTAN y Obama. Occidente en Afganistán no reacciona de la misma manera que en Irán y no ha tenido la brillante idea de organizar allí una de esas revoluciones de colores que le permiten acabar con gobiernos o regímenes molestos.

Es que la de Afganistán es la guerra colonial de los progres, como la de Iraq fue la de los "conservadores". Desde el principio fue saludada por destacados progresistas como una indispensable y bienvenida actuación contra el obscurantismo de los talibanes y hubo incluso quien consideró que tenía objetivos "feministas" como la liberación de la mujer afgana de los férreos lazos de la variante local del patriarcado. Habrá aún quien recuerde las declaraciones de la vicepresidenta de Attac, Susan George a la radio estatal sueca en las que afirmaba explícitamente su apoyo a la guerra y al propio George W. Bush en nombre de la liberación de la mujer y de la lucha contra el integrismo: "Me equivoqué cuando critiqué los bombardeos americanos sobre Afganistán (...) Valía la pena lleverlos a cabo para desembarazrse de los Talibán...Me gustaría darle las gracias a George Bush. Ha demostrado que era posible alcanzar a los terroristas y su recursos." Svenska Dagbladet, Estocolmo, citado por "Courrier international" (n° 585, 17-23 de enero de 2002).

Si bien la autora de las declaraciones las desmintió, pude comprobar en la radio sueca que había afirmado textualmente la barbaridad que se le había atribuido. No es, sin embargo, la única personalidad de la izquierda que apoye esta guerra, pues casi toda la izquierda europea lo ha hecho. Zapatero, después de sacar las tropas españolas de Iraq, aumentó los efectivos de la misión colonial afgana. Obama -que no termina de retirarse de Iraq- parece estar haciendo algo parecido.

En Honduras también se está ilustrando Obama por su defensa muy peculiar de la democracia, haciendo todo lo posible mediante su doble juego para que el gobierno golpista llegue hasta las próximas elecciones sin restablecer formalmente en su cargo al presidente Zelaya. Toda una labor de duplicidad que permite seguir siendo progre sin dejar de apoyar un golpe de Estado.

Del mismo modo, y volviendo a Irán, también parece Obama estar preparando un posible ataque contra Irán, tan injustificado como el ataque contra Iraq de su predecesor, pero, esta vez sí, con todas las bendiciones de las Naciones Unidas. La campaña de intoxicación de la "opinión pública", esto es del conjunto de las opiniones privadas de los individuos atomizados sometidos a los medios de propaganda/comunicación, puede que resulte aún más convincente.

La gran diferencia entre Obama y Bush es que Obama bombardea en nombre de la paz y da golpes de Estado condenando a posteriori a sus ejecutores. En ello cumple la recomendación de Maquiavelo. También parece seguir otra recomendación del mismo Florentino cuando este afirmaba: "Siendo siempre necesario que un príncipe sepa usar bien la condición de bestia, debe entre las bestias elegir la zorra y el león, porque el león no se defiende de los ardides y la zorra no se defiende de los lobos. Hay que ser por consiguiente zorra y conocer los ardides y león para amedrentar a los lobos." (Maquiavelo, El Príncipe, XVIII). El premio Nobel de la paz premia este año a la zorra astuta que sabe ocultar su naturaleza de león. ¿Dónde está aquí la paz?

jueves, 2 de julio de 2009

La Europa franquista

"Haga como yo, no se meta en política"
Francisco Franco

A quienes venimos defendiendo desde hace tiempo la esencial identidad entre las formas excepcionales y las normales del Estado capitalista no nos sorprende la última sentencia del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo contra Herri Batasuna/Batasuna (HB) . Tampoco nos extraña que esa resolución político-judicial se nos presente en un texto "original" francés que abunda en hispanismos (a título de ejemplo, el uso del término "compromis" que en la sentencia traduce el español "compromiso"-con el sentido de "comprometerse a algo"- cuando este término suele traducirse en los contextos de que aquí se trata por "engagement"). Además, su tufillo estilístico e ideológico y el que más de la mitad del texto se limite a reproducir la argumentación del Tribunal Supremo y del Tribunal Constitucional españoles permiten sospechar que su redacción se ha confiado a algún representante de la justicia española. Los argumentos de la izquierda abertzale son simplemente ignorados en su sustancia o si acaso son rechazados mediante meras citas de pasadas resoluciones españolas.

Dos elementos resultan aquí capitales. Cuando argumenta el Tribunal de Derechos Humanos (TDH) en contra del recurso de Herri Batasuna/Batasuna lo hace afirmando que el Estado Español no ha conculcado mediante la disolución de esta organización ningún derecho fundamental pues es legítimo que el Estado Español defienda como marco exclusivo del ejercicio de la democracia y de las libertades su propio ordenamiento constitucional, el cual contempla entre otros aspectos la forma monárquica del Estado y su carácter unitario e indisoluble. De este modo, los pretendidos derechos humanos son los de cada ordenamiento constitucional "democrático" y no cabe que tengan la más mínima transcendencia respesto de este. Se trata de unos derechos humanos sin función constituyente alguna. El magistrado europeo, y por supuesto el español, habrían eliminado con gusto la famosa declaración de derechos del hombre y del ciudadano que sirve de preámbulo a la constitución revolucionaria francesa de 1789. Nada de poder constituyente para los titulares de los derechos humanos y ciudadanos, sólo la constitución. Tal es la sima en que se sitúa el pensamiento jurídico y político en la Europa postpolítica y neoliberal de Zapatero, Sarkozy, Berlusconi y otros partidarios de José Manuel Barroso.

Por otra parte, y siguiendo con estricta fidelidad la jurisprudencia española, la aplicación a las organizaciones de la izquierda abertzale ilegalizadas de la metonimia ilimitada característica del discurso antiterrorista se considera motivo suficiente para su prohibición. Organizaciones y personas se contagian y contaminan unas a otras mediante el más ligero contacto, lo que ha conducido a que se ilegalizaran y persiguieran con saña en el marco del sumario 18/98 organizaciones de defensa y promoción del euskera, grupos juveniles e incluso organizaciones independentistas que promueven formas de resistencia pacífica. Quien no condene a ETA por considerar que ETA es sólo un elemento dentro de un conflicto político en el que existen otras violencias y opresiones, en particular la del propio Estado Español, es inmediatamente identificado con esta organización. Frente a HB, se esgrime, por ejemplo, el hecho de que una organización que recibe el apoyo de la izquierda abertzale como Gestoras proamnistía figure en la lista de organizaciones terroristas de la UE. Cuando se sabe que esta lista es el mero resultado de la declaración de cada uno de los gobiernos de la UE, sin que la propia UE haya efectuado ningún tipo de comprobación previa, resulta cuanto menos chocante este tipo de "prueba". La lógica de la amalgama que ya está presente en la legislación antiterrorista y en el concepto antijurídico de "terrorismo" adquiere de esta manera, merced a la sentencia del TDH "credenciales democráticas". La ley de partidos queda así reconocida como una norma respetuosa de las libertades. Cabe preguntarse después de esto en qué consisten esas "libertades"

La legitimación de una norma orientada a la prohibición de formaciones políticas por el hecho de no apoyar -sin por ello desobedecer- un ordenamiento político y constitucional determinado constituye un precedente sumamente peligroso para las libertades y garantías en Europa. Supone, en particular la condena de toda organización que sitúe su actuación en un marco de antagonismo y que reconozca la situación "normal" como un momento de guerra civil. Toda organización marxista consecuente debería reconocer esta simple evidencia de la política materialista y se vería por consiguiente expuesta a una inmediata ilegalización. En países de "nuestro entorno" como Turquía, ya ocurre esto y se acusa de terrorismo a toda persona relacionada de un modo u otro con la organización comunista DKHCP o con cualquier otro partido que "promueva la lucha de clases". Parecería motivo de risa el que un hecho social indisociable de la mera existencia de las sociedades de clases pudiera "promoverse"; es como si, en otro orden de cosas, pudieran promoverse la ley de la gravedad o las órbitas de los planetas. Todos esto tendría hasta gracia si no fuera por los miles de presos políticos del régimen turco o porque, en esta Europa occidental modelo de libertades, una parte de la magistratura belga sigue ya esta doctrina en el caso Bahar Kimyongür que próximamente se fallará en Bruselas.

La apenas disfrazada dictadura militar turca y la España transfranquista -alegre y faldicorta como la quería Jose Antonio Primo de Rivera y con cunetas bien rellenas de cadáveres como la quiso Franco- sirven hoy de modelo a la legislación europea en materia de libertades fundamentales. En una famosa entrevista concedida al periodista Emilio Romero, el general Franco le recomendó lo siguiente para vivir tranquilo: "haga como yo, no se meta en política". Fascinante anticipación la del vetusto dictador: había descubierto la gobernanza neoliberal con más de una década de antelación. Ese sistema de "gestión autoritaria de lo cotidiano", ese "régimen sin tesis" que, según Rossana Rossanda era el franquismo, a diferencia del mucho más politizado y "revolucionario" régimen de Mussolini, permitió a España acercarse a una Europa que estaba haciéndose neoliberal y renunciaba ya desde mediados de los años 70 a cualquier pretensión democrática efectiva. Sólo faltaba para ello que Franco se muriera para que lo pudiera sustituir el sucesor por él nombrado y que se dieran algunos retoques "constitucionales" a un régimen que ya en los años 50 supo transmutarse en "democracia orgánica". Junto con un poco de sana alegria y de relajación en las costumbres, algo de costo y mucha heroina canalizada por vías muy oficiales, sin olvidar la marginación represiva del último foco de resistencia al régimen y su reforma -Euskal Herria, of course- se consiguió hacer de la dictadura franquista una democracia ejemplar. Como se solía decir en el franquismo con salerosa expresión hoy corroborada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos: "en Europa nos miran con envidia".

viernes, 26 de junio de 2009

La "condena" del terrorismo o la amistad obligatoria

„Der Feind ist unsere eigene Frage als Gestalt
("El enemigo es nuestra propia pregunta hecha cuerpo")
Theodor Däubler

Se acusa hoy a Alfonso Sastre en medios de la derecha de la derecha así como del centro de la derecha y de la izquierda de la derecha españolas de ser un secuaz de ETA, incluso de haber proferido en un reciente artículo publicado en Gara , al menos de forma indirecta "amenazas" en nombre de no se sabe quién contra tampoco se sabe quién. Las "amenazas" en cuestión consisten en afirmar:
1. que en el País Vasco existe un conflicto político que opone a una parte considerable de la población de este país al Estado Español y a sus autoridades (gobierno y leal oposición)
2. que la manera en que los distintos partidos del régimen español vienen tratando este conflicto es sumamente violenta y agresiva, pues trata sencillamente de ignorar el conflicto eliminando a un enemigo político tachado de criminal y terrorista
3. que, de persistir el régimen español y sus representantes en esa actitud, el futuro sólo podrá estar hecho de violencia y dolor para todos
4. que la única vía de salida del conflicto vasco es una solución negociada que reconozca el derecho democrático de autodeterminación del pueblo vasco.

Lo que Sastre afirmaba en su artículo de Gara es considerado por los portavoces del régimen español como una amenaza, en la medida en que la perspectiva de estos últimos sobre la cuestión vasca se ve enteramente ofuscada por el pseudoconcepto de "terrorismo". Gracias a esta categoría político-penal, no sólo la violencia política de un pequeño sector independentista, sino la aspiración ampliamente mayoritaria a la autodeterminación que existe enttre la población vasca terminan reducidas a actividad criminal o, cuando menos a complicidad o tolerancia respecto de esta actividad. De este modo, una posición política que reúne tras de sí elección tras elección a la gran mayoría de los vascos, se convierte en una reivindicación que sólo puede expresarse de manera tímida y vergonzante...para no hacer el juego a los terroristas. ¿Y si lo que realmente hiciera el juego a los "terroristas" no fuese la propia despolitización y criminalización del manifiesto antagonismo político que enfrenta a la mayoría de los vascos con el Estado Español? Sastre se ha atrevido a indicarlo: por ello han caído sobre él las iras de políticos y periodistas del régimen.

La posición de Sastre, a este respecto, no es distinta de la defendida por el sector mayoritario de la izquierda independentista. La inmensa mayoría de los integrantes de ese sector político ilegalizado y perseguido con manifiesto menosprecio de las libertades y garantías propias del Estado de derecho, se opone a la violencia como medio de resolución del conflicto. Sin embargo también se niega a "condenar" la actividad armada de ETA, incluso los actos moralmente más reprobables como el asesinato a sangre fría de personas desarmadas. Lamentan, sin duda, los efectos de esta violencia y el dolor que causa, pero no la "condenan". Esto no significa que padezcan ningún trastorno bipolar de la personalidad, sino que la propia idea de "condena" como ha explicado con gran acierto Carlo Frabetti en los numerosos textos que ha dedicado a esta cuestión es una idea confusa en la que se entremezclan elementos morales, judiciales y políticos.

Respecto de esta confusión vale la pena hacer algunas precisiones. En primer lugar, una "condena" es esencialmente una de las conclusiones posibles de un juicio. El juicio suele ser una decisión entre los términos de un binomio de valores. Existe así un juicio estético que dirime entre lo bello y lo feo, un juicio moral cuyos términos esenciales son lo bueno y lo malo, un juicio jurídico que decide entre lo justo y lo injusto y el juicio pronunciado por la justicia penal que decide sobre la legalidad o la punibilidad de un hecho. En todos estos casos puede existir una condena o una censura de lo feo, lo malo, lo injusto o lo ilegal.

Ahora bien, cuando las autoridades españolas exigen que se "condene" a ETA, ¿qué están pidiendo? Desde luego, como bien señala Frabetti, no un juicio moral, pues a nadie que no sea un monstruo se le escapa la maldad moral de toda violencia contra personas indefensas, ya se trate de los bombardeos de aldeas afganas que apoya y financia el gobierno de Zapatero, del asesinato de centenares de miles de iraquíes mediante embargos, invasiones, bombardeos, etc., o del asesinato mediante un tiro en la nuca de un concejal de pueblo. La izquierda independentista vasca viene lamentando sistemáticamente el dolor causado por la violencia derivada de un conflicto político que el régimen español no quiere -ni puede- reconocer como tal. La condena reclamada tampoco puede ser estética, pues nadie ve belleza en este tipo de actos. En cuanto a la condena jurídica o judicial, tiene por característica que sólo pueden pronunciarla los órganos estatales competentes para ello. Por exclusión, lo que se pide es una "condena política", esto es, un oxímoro.

La política, tanto para Aristóteles como para Carl Schmitt, implica antagonismo, supone la designación de un otro "enemigo". Ese otro enemigo no se caracteriza por ninguna particularidad moral, estética ni jurídica que le haga acceder a la condición de enemigo. El enemigo no es enemigo porque sea ni malo, ni feo, ni criminal. El enemigo lo es sencillamente porque no es amigo, porque pone en peligro la cohesión y la propia existencia del modo de vida vigente en una sociedad de amigos. Amigo y enemigo son los dos elementos del binomio político. La consideración del antagonismo como esencia de la política no supone necesariamente una violencia en acto, pero sí un horizonte donde la violencia, e incluso la guerra son una posibilidad permanente. Una sociedad enteramente pacificada, de la que hubiera desaparecido toda posibilidad de violencia sería por consiguiente una sociedad sin política.

Las sociedades en que vivimos, sometidas a la gobernanza neoliberal y a la pretendida "autorregulación" del mercado, pretenden haber superado la violencia mediante el consenso y la tolerancia. Por ello mismo, toda realidad que plantee un desafío a su modo de existencia no es vista como enemiga, sino como criminal o patológica. El independentismo vasco en el Estado Español o el comunismo en cualquier Estado neoliberal son realidades de este tipo. De ahí que se exija a quien desee tener una existencia pública una condena política de ese enemigo que, por no reconocerlo como tal, denominan "terrorista". El terrorista es, en efecto, lo que queda del enemigo cuando la gobernanza neoliberal ha liquidado la política sustituyendo el antagonismo y la decisión por la gestión de cosas y personas, lo que los clásicos denominaban en los siglos XVII y XVIII "policía", "police" o "Polizei".

Lo que pretenden los responsables y portavoces del Estado Español transfranquista es que, por ese gesto de condena que reclaman, se proclame una inquebrantable amistad hacia su régimen cuyas cunetas y conciencias rebosan de cadáveres, sin por ello designar a ETA y al independentismo vasco radical como enemigos, sino tan sólo como criminales, malos, feos e injustos. Esta "condena" es, efectivamente un oxímoro, pues pretende establecer una relación política de amistad, ignorando cualquier horizonte de enemistad o antagonismo. Se instaura así una utopía postpolítica de la "amistad" obligatoria. Y si alguien se atreve a oponerse a esta amistad obligatoria, si se presenta abiertamente como enemigo, no se le combatirá como tal, mediante una lucha política, sino que se procurará eliminarlo como criminal, canalla o en la terminología de Rosa Díez, "garrapata" que en términos de Iturgáiz habría que "fumigar". Con razón dice Alfonso Sastre que de esta manera sólo pueden volver tiempos de dolor y sufrimiento para todos.

miércoles, 24 de junio de 2009

Hasta la victoria, a veces (artículo de Youkali)

HASTA LA VICTORIA, A VECES.
Una reivindicación materialista del fracaso
(acerca de la Conferencia de Londres (13-15 de marzo de 2009) sobre la Idea de comunismo)
por Juan Domingo Sánchez Estop

http://www.youkali.net/Youkali7-7c3-JuanDomingoSanchez.pdf

miércoles, 17 de junio de 2009

Berlusconi, el « Papi » de la horda

Berlusconi, el « Papi » de la horda


John Brown


« ...marchó a Capri, gustándole mucho esta isla porque solamente era abordable por un lado y por entrada muy estrecha, haciéndola inaccesible por los otros, escarpadas rocas inmensamente altas y el abismo de los mares. » (Suetonio, Tiberio, II, XL)


Las imágenes de Villa Certosa, la mansión sarda de Silvio Berlusconi, que ha publicado El País y que ha reproducido en su sitio web el diario « La Repubblica » no escandalizan por lo más obvio. A estas alturas la exhibición de cuerpos de chicas y de algún político corrupto de Europa del Este tal y como Dios los trajo al mundo no es en sí llamativa: sólo puede llamar a escándalo a algún legionario de Cristo o a algún cura irlandés que prefieren cosas más « picantes ». Tiene razón Berlusconi cuando afirma que son « inocentes ». Sin embargo, su contextualización política ya lo es algo menos, pues se sabe que entre las fotos aparece también según Il Manifesto algún soldado de uniforme encargado de velar por la seguridad de la mansión. Además, la organización de las fiestas privadas del primer ministro italiano, contó con importantes medios públicos: aviones oficiales, escoltas, vuelos de una compañía privada propiedad de Berlusconi convertidos por decreto en vuelos « de Estado ». La mansión sarda del dueño de Italia es el lugar donde quien ostenta el poder excepcional, el poder ilimitado que puede incluso cambiar la ley penal para quedar impune, recibe el homenaje de chicas jóvenes que lo llaman afectuosamente « Papi ». En esto se aprecia algún parecido con Mussolini, quien recibía en el Palacio de Venecia visitas patriótico-sexuales de numerosas damas fascistas. Lo que llaman por ahí el erotismo del poder...Sin embargo, hay que remontarse al pasado histórico y aun al mítico para entender la dimensión de las imágenes que tan generosamente nos prodigan y publicitan jueces, políticos y periodistas, funcionarios todos ellos del Espectáculo.


Llama la atención la fidelidad del montaje de Berlusconi a guiones bastante clásicos. Su pequeño paraíso sardo tiene mucho que ver con el del emperador Tiberio. El palacio de Tiberio se encontraba también según nos refiere Suetonio en las Vidas de los Doce Césares en una isla, en este caso Capri, que el emperador eligió por la dificultad de acceder a ella. El espectáculo del poder se manifestaba también en este caso por la exhibición de sus peculiares aficiones sexuales: « En su retiro de Capri tenía una habitación destinada a sus desórdenes más secretos, guarnecida de lechos en derredor. Allí un grupo elegido de muchachas y de jóvenes disolutos, reunidos de todas partes, y algunos que habían inventado monstruosos placeres, y a los que llamaba sus maestros de voluptuosidad (spintrias), formaban entre sí triple cadena, y entrelazados de esta manera se prostituían en su presencia para despertar, por medio de este espectáculo, sus lánguidos deseos. Tenía además diferentes camaras diversamente arregladas para estos placeres, adornadas con cuadros y bajo relieves lascivos, y llenas de libros de Elephantidis, con objeto de tener en la acción modelos que imitar. Gracias a él, los bosques y las selvas no eran más que asilos consagrados a Venus, y veíase a la entrada de las grutas y en los huecos de las rocas la juventud de ambos sexos mezclada en actitud voluptuosa, con trajes de ninfas y silvanos. Así es que el pueblo, jugando con el nombre de la isla, daba a Tiberio el de Caprineum. ». La apropiación masiva de objetos sexuales de uno y otro género ignoraba también las barreras de edad: « Se dice que llevó la obscenidad más lejos aun, y hasta excesos tan difíciles de creer como de referir. Dícese que había enseñado a niños de tierna edad, a los que llamaba sus pececillos, a que jugasen entre sus piernas en el baño, excitándole con la lengua y los dientes ». Decadencia, corrupción, atributos del Imperio que contratan con la « virtud » y la austeridad republicana.


Ciertamente, Berlusconi en su mansión no parece haber llegado a tanto como Tiberio, aunque juega harto complacido con los límites de la mayoría de edad de algunas de sus huéspedes. Su exhibición remite a algo bastante primitivo, a una forma extrema de animalidad del poder que períodos de honda decadencia como el nuestro ponen de manifiesto. La dimensión de excepción que hay en todo poder político, en toda política que gira en torno al concepto de soberanía, posee un doble aspecto: por un lado tiene un carácter de transcendencia teológica pues, como sostiene Thomas Hobbes, es el soberano « lugarteniente de Dios en la tierra », pero, por otro, es pura violencia animal, pura apropiación brutal de la riqueza y de los objetos sexuales. En tiempos de decadencia como los actuales, cuando el poder supuestamente democrático ha perdido toda credibilidad, más allá del automatismo de sus rituales y de la repetición de sus hueros significantes, lo que predomina en él es la bestialidad. Ahora bien, la excepcionalidad de quien ostenta el poder, su particular situación más allá de la norma que se aplica a todos los demás, corresponde según nos enseñan Freud y Lacan a la posición del único macho no castrado, el único al cual la ley no es aplicable y que según Freud posee por lo tanto a « todas las mujeres ». Freud nos habla en Tótem y Tabú de este « padre de la horda primitiva » refiriéndose a una hipótesis sobre las formas de sociedad humana más primitivas formulada por Darwin y que arrojaría indirectamente luz sobre los posibles orígenes del totemismo: « La teoría darwiniana no concede, desde luego, atención ninguna a los orígenes del totemismo. Todo lo que supone es la existencia de un padre violento y celoso, que se reserva para sí todas las hembras y expulsa a sus hijos conforme van creciendo. Este estado social primitivo no ha sido observado en parte alguna. La organización más primitiva que conocemos, y que subsiste aún en ciertas tribus, consiste en asociaciones de hombres que gozan de iguales derechos y se hallan sometidos a las limitaciones del sistema totémico, ajustándose a la herencia por línea materna. ¿Puede esta organización provenir de la postulada por la hipótesis de Darwin? Y en caso afirmativo, ¿qué camino ha seguido tal derivación? ». Existiría por consiguiente, a modo de hipótesis más o menos mítica, una fase inicial de la humanidad en la que el padre de la horda « violento y celoso » se adueña de todas las mujeres y expulsa a sus hijos. La actual barbarie capitalista se complace en la exhibición de estas escenas. Poco importa que Berlusconi haya sido « víctima » de la indiscreción de los fotógrafos -o Tiberio de la de Suetonio- la exhibición voluntaria o involuntaria de esta apropiación de « todas las mujeres » es un elemento fundamental del ritual de un poder que se sitúa más allá de toda norma. « Papi » es el Padre de la Horda.


Esta situación anterior a toda ley y a toda organización social sólo pudo ser superada según Freud por el asesinato del padre: « Basándose en la fiesta de la comida totémica, podemos dar a estas interrogaciones la respuesta siguiente: Los hermanos expulsados se reunieron un día, mataron al padre y devoraron su cadáver, poniendo así un fin a la existencia de la horda paterna. Unidos, emprendieron y llevaron a cabo lo que individualmente les hubiera sido imposible. Puede suponerse que lo que les inspiró el sentimiento de su superioridad fue un progreso de la civilización quizá, el disponer de un arma nueva. Tratándose de salvajes caníbales era natural que devorasen el cadáver. Además, el violento y tiránico padre constituía seguramente el modelo envidiado y temido de cada uno de los miembros de la asociación fraternal, y al devorarlo se identificaban con él y se apropiaban una parte de su fuerza. La comida totémica, quizá la primera fiesta de la Humanidad, sería la reproducción conmemorativa de este acto criminal y memorable que constituyó el punto de partida de las organizaciones sociales, de las restricciones morales y de la religión. » Con todo, la situación existente tras la muerte del padre es tan ambivalente como la que precedió a este acto fundador de la civilización. El padre muerto sigue presente detrás de la ley y de las prohibiciones: la ley se funda en un más allá de la ley que no está desligado de la violencia originaria: « Para hallar verosímiles estas consecuencias haciendo abstracción de sus premisas, basta admitir que la horda fraterna rebelde abrigaba con respecto al padre aquellos mismos sentimientos contradictorios que forman el contenido ambivalente del complejo paterno en nuestros niños y en nuestros enfermos neuróticos. Odiaban al padre que tan violentamente se oponía a su necesidad de poderío y a sus exigencias sexuales, pero al mismo tiempo le amaban y admiraban. Después de haberle suprimido y haber satisfecho su odio y su deseo de identificación con él, tenían que imponerse en ellos los sentimientos cariñosos, antes violentamente dominados por los hostiles. A consecuencia de este proceso afectivo surgió el remordimiento y nació la consciencia de la culpabilidad, confundida aquí con él, y el padre muerto adquirió un poder mucho mayor del que había poseído en vida, circunstancias todas que comprobamos aún hoy en día en los destinos humanos. Lo que el padre había impedido anteriormente, por el hecho mismo de su existencia, se lo prohibieron luego los hijos a sí mismos en virtud de aquella «obediencia retrospectiva» característica de una situación psíquica que el psicoanálisis nos ha hecho familiar. » Todavía -o, más bien ya- no estamos en esta fase. « Papi » y los demás cesarillos orangutanescos del capitalismo en su fase de putrefacción parecen gozar de buena salud.

miércoles, 3 de junio de 2009

Antiterrorismo: la deriva y la esencia.

Antiterrorismo a ambos lados de los Pirineos: la deriva y la esencia
(Publicado en Viento Sur sección: web 02/06/2009)
Brevísima introducción al manifiesto del Calas
John Brown

« Es soberano quien designa al terrorista »(Julien Coupat)


Se acaba de constituir en Francia un Comité por la derogación de las leyes antiterroristas (Calas ) en el que participan como miembros fundadores o como firmantes de su manifiesto algunos de los intelectuales más conocidos del pensamiento radical europeo: Giorgio Agamben, Alain Badiou, Slavoj Zizek, Jacques Rancière, Etienne Balibar, Daniel Bensaïd y otros. Este manifiesto titulado « Acabemos con las derivas autoritarias » se publica poco después de la puesta en libertad condicional de Julien Coupat, joven pensador neosituacionista fundador de la revista Tiqqun acusado de « terrorismo » por haber saboteado junto con sus compañeros de la comuna de Tarnac algunas vías de tren de alta velocidad sin el menor riesgo efectivo para la integridad física de las personas. La única prueba de la participación de Julien Coupat en estos actos -reivindicados, por otra parte, por un grupo antincuclear alemán- son una serie de escritos entre los que destaca « La insurrección que viene » en los cuales el autor anónimo y colectivo hace una crítica de la frenética « movilidad » obligatoria propia de la fase actual del capitalismo y manifiesta su confianza en que una próxima insurrección frene estos flujos deletéreos. Se pasa así del terrorismo al delito de opinión. Este caso ha terminado por ser recogido por varios medios de prensa (Libération e incluso más recientemente Le Monde) que lo dieron a conocer haciendo patente el funcionamiento aberrante y liberticida de las leyes antiterroristas francesas.

La campaña de prensa y la movilización de los comités de apoyo, que lograron desgastar considerablemente la imagen de la ministra de Justicia y de la fiscalía ha permitido que, por fin, Julien Coupat fuese puesto en libertad (condicional).La legislación antiterrorista francesa tiene una tradición propia que entronca con la extensión de las medidas represivas coloniales de Argelia a la metrópoli en los años 50 y 60, medidas mantenidas en la legislación y reforzadas a finales de los 90 por una legislación antiterrorista de nuevo cuño. Posteriormente, una nueva oleada legislativa, tras los atentados del 11 de septiembre, condujo a la adopción a nivel de la UE de una directiva antiterrorista cuyas prescripciones han ido transcribiéndose en las legislaciones internas de los Estados miembros.

El antiterrorismo, tanto en Francia como en el resto de Europa se ha convertido en un aspecto más de la legislación, perdiéndose de vista su carácter intrínsecamente excepcional. Como sostienen los miembros del Calas, es hoy « un modo de gobierno ». Por un lado, la legislación antiterrorista abole las garantías del derecho penal: presunción de inocencia, prohibición de la analogía en la incriminación penal, necesidad de que exista una tipificación previa del delito para que este sea perseguible (nullum crimen sine lege). Por otra parte, con el antiterrorismo se configura un tipo específico de delito, el de « terrorismo », cuya particularidad es la intencionalidad política, en torno a la cual puede ordenarse según un principio de analogía todo un conjunto de actos perfectamente dispares que incluyen desde los actos de violencia contra personas y bienes, o los asesinatos hasta los actos de sabotaje sin peligro para las personas y meros actos de apoyo ideológico o moral o incluso de « inspiración intelectual ». El poder dispone así de un enorme arsenal para acallar toda forma de disidencia en el marco de un sistema jurídico cuyos precedentes se encuentran en los regímenes totalitarios europeos.

En el Estado español, el País Vasco ha sido el laboratorio privilegiado de las medidas de excepción, desde las leyes antiterroristas de Franco de los años 70 hasta las de la monarquía. La represión del independentismo radical vasco bajo el pretexto de su vinculación al terrorismo de ETA es uno de los elementos definitorios del actual régimen español. El tratamiento antiterrorista de la cuestión vasca es, efectivamente, central para la monarquía transfranquista en la medida en que, por un lado permite controlar un importante foco de disidencia que sigue cuestionando uno de los pilares fundamentales del régimen, la denominada « unidad de España » . Por otra parte, y tal vez ello sea aún más importante que la dimensión de control de la disidencia vasca, el antiterrorismo se ha convertido en un elemento que sirve de sostén de la muy precaria « identidad nacional » española. En los precisos términos de José María Aznar que afirmaba preferir la úlcera del terrorismo al cáncer del separatismo, el País Vasco es el síntoma que sostiene a España como enfermizo sujeto político. Esto mismo es lo que permitió a Aznar convertir el antiterrorismo en « producto de exportación », made in Spain. El preciado trozo de la « patria española » que es el País Vasco para el españolismo constituye a la vez un objeto de odio a penas disimulado en el discurso del régimen. El País Vasco asociado con el terrorismo es el símbolo de un nuevo irredentismo español que ya tiene sus profetas en personajes como Fernando Savater o Rosa Díez. El conjunto de la clase política oficial, del PP a un importante sector de IU comulgan con este culto nacional del « antiterrorismo democrático ».

No cabe minimizar la responsabilidad de ETA en este fenómeno, pues esta organización ha imitado especularmente al Estado español: del mismo modo que era indispensable al poder español disponer de un País Vasco asociado al terrorismo de ETA como legitimación de su « democracia antiterrorista » frente a cualquier rebelión vasca o de otro lugar del Estado, ETA necesitaba de la brutalidad franquista disfrazada de « defensa de la democracia » para justificar su perpetuidad como organización y polarizar a un sector significativo del independentismo radical vasco en torno a sus actos y decisiones. En ambos casos la legitimidad de la representación política se basa en la violencia tiránica del otro. En ambos casos, la población y sus luchas sociales y políticas se ven secuestradas por una representación hobbesiana basada en el terror.

La España franquista se convirtió gracias a la explotación de la « cuestión vasca » en « democracia antiterrorista ». Ello le permitió conservar y legitimar lo esencial de sus recursos represivos e incluso transformar el Tribunal de Orden Público de Franco en la actual Audiencia Nacional. Así se mantenía en lo fundamental el clima de excepción jurídica y política de la dictadura que quedó personificado en el jefe del Estado designado por Franco. Esta perpetuación del franquismo es lo que ha permitido al Estado español estar en la vanguardia de la legislación antiterrorista europea: España a penas tuvo que introducir cambios en su legislación para aplicar la directiva antiterrorista y es sin duda -junto con Turquía- el país europeo donde se juzga y condena a más personas por supuestos delitos de terrorismo. En cierto modo, la adhesión de España a la Comunidad Europea en plena ofensiva neoliberal de los años 80, se vio facilitada por el hecho no de que el Estado español se hubiera hecho democrático, sino de que Europa se hubiera vuelto franquista.

La importancia de una campaña contra la legislación antiterrorista es en el Estado español aún mayor que en el resto de Europa. En España, el antiterrorismo no es una legislación de excepción sino uno de los pilares del régimen íntimamente asociado a la monarquía dentro del dispositivo de excepción que está en marcha ininterrumpidamente desde aquel lejano 18 de julio. Es este mismo dispositivo aún vigente el que impide juzgar hoy los crímenes de la dictadura. El autoritarismo no es una deriva sino una esencia. Sin perder de vista esta especificidad sería útil tomar ejemplo de la campaña francesa contra las leyes antiterroristas e introducir la temática de manera algo más enérgica dentro de lo que queda de campaña para las elecciones europeas y, desde luego, en el proceso de constitución del espacio político de la izquierda anticapitalista. Con el fin de estimular esta indispensable reflexión, se puede leer a continuación una traducción del manifiesto del Calas. El texto se puede también firmar en la URL que indicamos más abajo.

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Acabemos con las derivas autoritarias

Comité por la derogación de las leyes antiterroristas (Calas)

Desde 1986, año en que se estableció en Francia la legislación antiterrosista, una acumulación de leyes sucesivas ha edificado un sistema penal de excepción que resucita las « leyes canallescas » del siglo XIX y recuerda los períodos más sombríos de nuestra historia. La acusación de « asociación de malhechores con vistas a cometer una infracción terrorista » que se intodujo en el Código penal en 1996 es la piedra angular del nuevo régimen. Sus límites son particularmente imprecisos: bastan dos personas para constituir un « grupo terrorista » y basta un acto preparatorio para que exista infracción. Este acto preparatorio no se define en la ley, puede tratarse del mero hecho de tener depositadas octavillas en su propia casa. Sobre todo, cualquier tipo de relación, aunque sea tenue o lejana, de amor o de amistad, con uno de los miembros del « grupo » es suficiente para que estar a su vez implicado. Por este motivo, de diez personas encarceladas por infracciones « relacionadas con el terrorismo », nueve lo han sido bajo esta calificación penal..

Según confiesa uno de sus promotores, este derecho especial responde a un objetivo de prevención. A diferencia del derecho común que incrimina actos, la práctica antiterrorista se contenta con las intenciones, o con las meras relaciones. Según el juez Bruguière, citado por Human Rights Watch, « la particularidad de la ley es que nos permite perseguir a personas implicadas en una actividad terrorista sin tener que determinar un vínculo entre esta actividad y un proyecto terrorista en concreto ». En esta perspectiva ha podido considerarse la posesión de determinados libros como un elemento incriminatorio, pues constituirían indicios de opiniones y de la opinión a la intención sólo hay un paso. A este carácter borroso de la ley penal se asocia un procedimiento de extrema brutalidad. Basta que el ministerio fiscal opte de manera discrecional por incoar diligencias sobre una acusación de terrorismo para que la policía obtenga unos poderes de investigación exorbitantes: registros nocturnos, « sonorización » de los domicilios, escuchas telefónicas e interceptación del correo en todo tipo de soportes... Por su parte, el plazo de detención -período que precede a la presentación ante juez - pasa de 48 horas en derecho común a 144 en el procedimiento antiterrorista. La persona detenida debe esperar que hayan pasado 72 horas para ver a un abogado, limitándose la entrevista con éste a 30 minutos y sin que el abogado haya tenido acceso al sumario. Tras esta detención, a la espera de un posible juicio, el presunto inocente podrá pasar hasta dieciocho años en arresto provisional.

Por lo demás, la ley centraliza en París el tratamiento de los asuntos « terroristas », que se confía a una sección de la fiscalía y a un equipo de jueces instructores que trabaja en estrecha relación con los servicios de información. Se han creado asimismo audiencias penales epeciales donde el jurado popular se sustituye por magistrados profesionales. Se ha establecido así un auténtico sistema paralelo con jueces de instrucción, fiscales, jueces de las libertades y de la detención, audiencias penales y pronto incluso presidentes de audiencia, jueces de aplicación de las penas, todos ellos con el marchamo de « antiterroristas ». La aplicación cada vez más amplia de los procedimientos antiterroristas a asuntos de Estado muestra que el antiterrorismo es hoy ya una técnica de gobierno, un medio de control de las poblaciones. Además -y tal vez sea esto lo más grave- esta justicia exorbitante contamina el derecho común: la legislación antiterrorista ha servido de modelo en otros ámbitos para generalizar el concepto de « banda organizada », ampliar los poderes de los servisios de investigación y centralizar el tratamiento de determinadas instrucciones. El Convenio Europeo de Derechos Humanos y el Pacto de las Naciones Unidas sobre los derechos civiles y políticos, ambos ratificados por Francia garantizan que una sanción penal se base en una incriminación inteligible y previsible. Además, estos textos otorgan a todos el derecho a organizar equitativamente su defensa -lo que supone la rápida intervención de un abogado con acceso al sumario. El procedimiento « hermano gemelo de la libertad » debe ser controlado por un tercero imparcial, lo que es imposible cuando existe un sector especializado que funciona en circuito cerrado, en una lógica de combate ideológico incompatible con la serenidad de la justicia. Es ilusorio pedir que este régimen procesal se aplique de manera menos amplia y brutal: precisamente está diseñado para aplicarse tal como se aplica. Por ello pedimos que las leyes antiterroristas se abroguen pura y simplemente y que Francia respete la letra y el espíritu del Convenio Europeo de Derechos Humanos y el Pacto de las Naciones Unidas sobre los derechos civiles y políticos. Invitamos a todos aquellos que se preocupan por las libertades a que se unan a nuestra campaña en este sentido.


El Calas está compuesto por : Giorgio Agamben, Esther Benbassa, Luc Boltanski, Saïd Bouamama, Antoine Comte, Eric Hazan, Gilles Manceron, Karine Parrot, Carlo Santulli, Agnès Tricoire. Con las firmas de : Alain Badiou, filósofo; Etienne Balibar, filósofo; Jean-Christophe Barley, escritor; Daniel Bensaïd, filósofo; Alima Boumedienne, senadora; Rony Brauman, expresidente de Médicos sin Fronteras y docente; Raymond Depardon, fotógrafo y director de cince; Pascal Casanova, crítico literario; Jean-Marie Gleize, poeta; Nicolas Klotz, director de cine; François Maspero, escritor; Emmanuelle Perreux, presidenta del Sindicato de la Magistratura; Jacques Rancière, filósofo; Michel Tubiana, presidente honorario de la Liga de Derechos Humanos; Slavoj Zizek, filósofo.

Original francés: http://www.liberation.fr/societe/0101570130-pour-en-finir-avec-les-derives-autoritaires

La petición puede firmarse en el sitio del Calas: http://www.calas-fr.net/petition.2009-03-31.7555668522/Petition_signForm

jueves, 14 de mayo de 2009

El Leviatán porcino o los albores del capitalismo verde

El Leviatán porcino o los labores del capitalismo verde
John Brown


“En todos los discursos del catastrofismo científico, se percibe con claridad un mismo deleite en detallarnos las necesidades implacables a que se ve sometida desde ahora nuestra supervivencia. Los técnicos de la administración de las cosas se apresuran para anunciarnos triunfalmente la mala nueva, la que hace por fin ociosa cualquier disputa sobre el gobierno de los hombres. El catastrofismo de Estado no es, de manera descarada, sino una infatigable propaganda en favor de la supervivencia planificada, es decir de una versión más autoritariamente planificada de lo que ya existe.” (René Riesel, Jaime Semprún, Catastrophisme, administration du désastre et soumission durable, Encyclopédie des nuisances, Paris 2008)


I.
Sabemos desde Hobbes que el Estado moderno emblematizado por el monstruo bíblico Leviatán se caracteriza por fundar su legitimidad en un intercambio de protección por obediencia. En este sentido muy poco es lo que lo diferencia de la Mafia, organización que suele proponer el mismo tipo de canje a las poblaciones que controla. A diferencia de otras formas de organización política, el Estado no está basado en un mando y un orden absolutos y trascendentes -divinos- que sirven de fundamento a la sociedad así como a la naturaleza, si no en una transacción, un contrato, entre los integrantes de la multitud por el cual todos aceptan la protección de un poder común a cambio de la obediencia a éste. La existencia y la acción del nuevo soberano fundado en y por esa transacción son garantía de la paz pública. Coherentemente con ello, la legitimidad, el fundamento de la obediencia al soberano, se basará en el riesgo siempre presente de recaer en el desorden y el conflicto civil que motivara el pacto político inicial.

De ahí el interés de todo soberano por mantener en sus súbditos la conciencia más o menos clara o difusa de este riesgo y el del propio Hobbes al recordarnos en defensa de sus tesis que, aun existiendo un soberano que garantiza la paz pública cerramos nuestras puertas y nuestros cajones con llave por temor a que nos roben o nos asalten los demás. ¿Qué haríamos si no existiera? El soberano protege frente al miedo ocasionado por la mera existencia de otros individuos. Esta existencia se ve asociada a toda suerte de peligros de agresión, opresión o contagio. El otro es quien puede matarnos, robarnos o transmitirnos su enfermedad. Del otro procede en general el mal del que nos protege el poder soberano. Concretamente, en lo que afecta a la vida y la salud de los súbditos, es el soberano quien se encarga de proteger a todos y cada uno de sus súbditos de todos y cada uno de los demás mortales, así como de las posibles catástrofes naturales que ponen en peligro la existencia. El poder moderno es abiertamente inmunitario.

El brote de gripe inicialmente llamada "porcina" ha venido de nuevo a ilustrar el funcionamiento de este mecanismo de sujeción al poder y a engrasar algo más sus engranajes. La campaña de prensa desatada en Europa y en los Estados Unidos así como en el propio México sirve entre otras cosas para hacer olvidar la crisis del capitalismo y sus consecuencias para la mayoría de la población, pero también para crear mecanismos de obediencia en momentos que parecerían propicios a la revuelta. El mecanismo parece funcionar pues ha podido comprobarse, sobre todo en los países más cercanos al foco inicial, México y los Estados Unidos, el apresuramiento de la población por seguir las recomendaciones e incluso las órdenes y prohibiciones de las autoridades sin plantearse en ningún caso si están justificadas. Los cierres de colegios y medios de transporte, el ridículo carnaval de máscaras en México DF y las medidas de cierre de fronteras o de conexiones aéreas son, más que medidas de profilaxis médica, elementos de un ritual de revitalización de una soberanía estatal últimamente bastante desacreditada. De este modo, mediante este particular happening entre teatral y circense, vemos cómo se genera el aumento correlativo de la demanda de poder y de la oferta de obediencia tan ansiado por los Estados y los centros de poder del capital.

II.
Respecto de la gripe A -inicialmente denominada "porcina"- existen dos hipótesis aparentemente contradictorias planteadas ambas desde posiciones anticapitalistas. La primera es la que se ve reflejada en el artículo de Mike Davis La gripe porcina y el monstruoso poder de la gran industria pecuaria publicado inicialmente en The Guardian y traducido al castellano en Rebelión. Constata Davis en este texto, que considera real el riesgo de pandemia:

“En 1965, por ejemplo, había en los EEUU 53 millones de cerdos repartidos entre más de un millón de granjas; hoy, 65 millones de cerdos se concentran en 65.000 instalaciones. Eso ha significado pasar de las anticuadas pocilgas a ciclópeos infiernos fecales en los que, entre estiércol y bajo un calor sofocante, prestos a intercambiar agentes patógenos a la velocidad del rayo, se hacinan decenas de millares de animales con más que debilitados sistemas inmunitarios.”

Se trata de una descripción del modo en que la evolución capitalista de la agricultura ha conducido, concretamente en el terreno de la cría industrial de ganado porcino, a una enorme concentración de las explotaciones y al correspondiente hacinamiento de los animales. La concentración de los cerdos ha seguido el mismo ritmo que las de los seres humanos, pues como ya resaltara el propio Davis en otro artículo que diera pié a uno de sus últimos libros, nuestro planeta cuenta desde hace poco con una mayoría de población urbana, la mayor parte de la cual se hacina en suburbios de chabolas. Nuestro planeta se ha convertido así en un planeta de “ciudades miseria” o en el más elocuente título brasileño del libro de Davis, en un “planeta favela”. Ciertamente, todo esto no puede no entrañar un grave riesgo para la salud de la especia humana, pues en los lugares en que se hacinan sin higiene tanto los miembros de nuestra especie como los de las que le sirven de alimento se forman focos de contagio de enfermedades infecciosas y de evolución acelerada de los agentes patógenos.

Frente a este nuevo brote de gripe, la respuesta de las autoridades de los países ricos es la misma que ante los brotes de miseria: cerrar las fronteras, erigiendo lo que denomina Davis una “línea Maginot biológica” aludiendo a la línea de fortificaciones -que resultó perfectamente inútil- con la que Francia intentó precaverse de una invasión alemana después de la primera guerra mundial. La utilidad de este tipo de medidas es más que discutible en un mundo como el nuestro, pero ello no les impide tener una fuerte carga simbólica a nivel político como afirma Wendy Brown a propósito de los distintos muros que recorren tramos cada vez mayores de nuestro planeta. La amenaza de pandemia es real y en cualquier momento la situación sanitaria de las zonas de miseria que van expandiéndose en el tercer mundo, pero también en el “tercer mundo interno” de los países ricos, puede tener consecuencias catastróficas a nivel mundial. Con todo, no es el aspecto real de la amenaza lo fundamental, sino la manipulación de esta como medio de restablecimiento de la autoridad estatal.

En este sentido, resulta esclarecedor el artículo de Michel Chossudovsky Mentiras políticas y desinformación mediática en relación a la pandemia de gripe porcina también publicado en Rebelión en el que este muestra las proporciones reales de la “pandemia” mediante datos de diversas fuentes médicas oficiales. “La gripe es una enfermedad común. Anualmente hay millones de casos de gripe por toda América. “Según el Diario de la Asociación Médica Canadiense, = afirma Chossudovsky= la gripe mata al año hasta a 2.500 canadienses y a unos 36.000 estadounidenses. En todo el mundo, la cifra de muertes atribuidas anualmente a la gripe es de entre 250.000 y 500.000” (Thomas Walkom,The Toronto Star, 1 de mayo de 2009, http://www.latimes.com/features/health/la-sci-swine-reality30-2009apr30,0,3606923.story)”. En otras palabras, el centenar de muertos por gripe porcina que ha habido a nivel mundial en el último mes contrasta con las 20.000 a 50.000 víctimas de la gripe común que ha habido en el planeta durante el mismo período. Resultan así grotescamente exageradas las dantescas previsiones de la OMS según la cual más de un tercio de la población mundial enfermaría de este nuevo brote gripal. De ahí la conclusión de Chossudovsky:

Declaraciones de esta naturaleza sobre la “inevitable propagación” de la enfermedad crean, bastante deliberadamente, una atmósfera de temor, inseguridad y pánico. También sirven para distraer la atención de la gente de la devastadora crisis económica global que está llevando al mundo a la pobreza y al paro generalizados, por no mencionar la guerra en Oriente Medio y el tema más general de los crímenes de guerra de la OTAN-EEUU. La Verdadera Crisis Global está marcada por la pobreza, el colapso económico, los conflictos étnicos, la muerte y la destrucción , la derogación de los derechos civiles y la desaparición de los programas sociales del Estado. El anuncio por parte del UE de la pandemia de gripe porcina inevitablemente sirve para debilitar el movimiento de protesta social que se ha extendido por Europa. En México las medidas de emergencia contra la gripe porcina que han “cerrado” zonas urbanas enteras se consideran en general un pretexto del gobierno de Felipe Calderón para frenar la creciente desconformidad social con una de las administraciones más corruptas de la historia mexicana. En México se suspendió el desfile del 1 de mayo, que iba dirigido contra el gobierno de Calderón.”

III.
Aparentemente, las posiciones de Mike Davis y de Michel Chossudovsky parecen contradecirse. Para Mike Davis, la epidemia constituye una amenaza real y la acción de los poderes públicos tanto médicos como políticos parece perfectamente inútil pues no ataca las causas reales del nuevo brote viral. Para Chossudovsky la “pandemia” es una exageración propagandística que busca distraer la atención de los problemas reales. Muchos se dirán: con tal de atacar al sistema, estos radicales no temen contradecirse y decir a la vez que la pandemia es un mito y una realidad. Pero, ¿y si en lugar de contradecirse, ambas posturas estuvieran mostrando dos lados de una misma realidad o mejor dicho, una realidad y la apariencia que esta necesariamente genera? ¿La realidad de un capitalismo que, mediante la miseria y el hacinamiento humano y animal prepara las condiciones del desastre y la apariencia de un poder estatal que siempre está dispuesto a gestionar el desastre y sus posibles consecuencias? El capitalismo nos sitúa ya en la catástrofe o en su inminencia. Como buen heredero ideológico del cristianismo espera el fin de los tiempos y lo anticipa a la vez. Espera la catástrofe que es su horizonte y la gobierna o, más bien gobierna a los hombres en nombre del gobierno de la catástrofe. Este cristianismo sin Mesías ni salvación produce sistemáticamente la catástrofe y legitima su poder por la propia catástrofe. Tal es el sentido del “capitalismo verde” con el que los progresistas Obama y Zapatero esperan hacernos salir de la crisis o incluso “refundar el capitalismo”. El sentido de esta curiosa empresa consiste en hacer de la crisis ecológica y sanitaria producida por el desarrollo capitalista el punto de partida de un nuevo ciclo de acumulación centrado en una serie de actividades económicas que se destinan a corregir o cuando menos paliar los efectos de una crisis que el propio sistema hace inevitable. Las nuevas fuentes de energía, el automóvil “verde”, la vivienda y la alimentación ecológica son respuestas cosméticas al despilfarro energético, a la invasión del espacio humano por el automóvil, al consumo desmedido de energía en la vivienda y en la industria y al envenenamiento de la población por unos productos alimenticios en cuya producción sólo se ha tenido en cuenta la máxima real de una economía de mercado: “producir al menor coste unitario para vender lo más caro posible”. En otros términos, producir lo peor posible para extraer de la venta de basura el máximo beneficio, independientemente de las externalidades negativas para el trabajador, el consumidor o su entorno natural o social.

El capitalismo juega siempre al borde del desastre: por un lado no puede dejar de producirlo, pues la acumulación indefinida de ganancia se basa en un aumento indefinido de la producción y, en último término tiene por horizonte necesario la destrucción del planeta; pero, por otro lado, al no poder regenerar enteramente las "externalidades" en que se basa, concretamente, el entorno natural y social, debe controlar su destrucción productivista y consumista. Debe convencernos de que la catástrofe es necesaria, pues está inscrita en esa nueva naturaleza que es la esfera económica, pero que, además de esta esfera existe un poder político sin el cual todo sería peor y la destrucción ya se habría producido. De lo que se trata es de acercarnos asintóticamente a la catástrofe final, sin llegar nunca a ella. Para eso basta declarar que la verdadera catástrofe final es siempre otra, distinta y más grave de la que antes temíamos y en la que nos vemos instalados. Se trata de la lógica suicida practicada por los "Judenräte", los consejos judíos que en la Europa oriental ocupada por los nazis gestionaban los ghettos en concertación con el ocupante. Sus dirigentes, miembros prominentes de sus comunidades, justificaban su colaboración con los nazis ejercían , incluso la entrega de personas para su exterminio en los campos, y el poder que ejercían sobre las comunidades judías, afirmando que, sin los consejos judíos todos serían exterminados y que gracias a ellos se evitaría lo peor. Lo que ocurrió es que lo peor se fue redefiniendo cada vez en términos más oscuros, hasta que los propios integrantes de los consejos tuvieron que reconocer su complicidad en el exterminio. Cuando se produjo la digna y racionalísima revuelta del ghetto de Varsovia contra los nazis y sus cómplices, ya era demasiado tarde. Algo parecido es lo que se nos propone hoy ante la catástrofe generada por el capitalismo: confiar en los gobiernos y las autoridades que promueven este sistema para evitar así lo peor. Hoy, la evitación de lo peor se denomina "capitalismo verde".

Con este procedimiento pretenden “salvar el capitalismo” o incluso “refundarlo”. Sabiendo por Dickens y Marx cómo se fundó el capitalismo, más vale andarse con cuidado. Lo que se avecina, si los progresistas que promueven un “capitalismo verde” logran sus objetivos es sumamente inquietante. Si lo hacen tendrán en sus manos un dispositivo de sumisión prácticamente ilimitado, pues ellos mismos podrán, al igual que la Mafia o el Leviatán, generar la amenaza frente a la cual nos ofrecerán protección a cambio de obediencia. Sólo la desactivación del mecanismo capitalista que produce y reproduce la catástrofe ecológica y sanitaria que amenaza hoy a la especie humana puede impedir que se verifique la peor de las hipótesis. Sin una salida del capitalismo, la agravación tendencialmente ilimitada del desastre que ya existe se asociará a una profundización de la sumisión de los individuos y las sociedades a un poder legitimado por su promesa siempre insuficientemente cumplida de paliar los efectos catastróficos de su propia actuación. La "doctrina del shock" de Naomi Klein parece un diagnóstico optimista de nuestra situación. Según ella, el capitalismo aprovecharía los desastres naturales y bélicos para establecer nuevas condiciones de explotación. Sin embargo, el capitalismo no sólo aprovecha los desastres como "externalidades positivas", sino que es perfectamente capaz de producirlas por sí mismo en el marco de su funcionamiento normal. La situación normal y la catástrofe resultan inseparables, al igual que en el terreno político son indisociables el Estado de derecho y la dictadura basada en el estado de excepción. Esperemos que la necesaria insurrección no llegue demasiado tarde.